Bailar con la verdad
- Natalia Idárraga
- 22 oct 2023
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 17 dic 2023
(Al final de este blog encontrarán el audio, para que lean acompañados si así lo prefieren)
Un día haciendo alguna tarea de terapia entendí que no sabía cuál era “mi propósito” o eso a lo que “vine al mundo”. Sentía que todos a mi alrededor lo tenían claro y que seguían un camino fiel a lo que soñaban, pero yo no me sentía así. Entonces estuve un gran tiempo entre las sombras de los recuerdos, porque creí que haciendo memoria en gustos e intereses del pasado encontraría la respuesta, y dentro del afán por llegar a ese fin, la inquietud se hacía más grande.

Pensamiento tras pensamiento, la luz de la razón se encendió y ahí entendí que fue muy buena idea ir al pasado, porque no encontré una respuesta sensata, pero sí un par de preguntas que me llevarían a ella: “¿Qué ha pasado con las cosas con las que crecí?”, “¿Son esas cosas las que necesito para poder encontrar mi camino?”, “¿Por qué no he podido entender mi propósito?”, “¿Por qué siento que todo me lo han impuesto?”. Mis raíces parecían haberse entrelazado con las opiniones ajenas, formando un laberinto de dudas en el que mi propia voz se había perdido.
Entonces, bajo toda esa incertidumbre, me di cuenta de que la intuición, esa sensación que me dice muchas veces por dónde ir, se había extraviado en el ruido del mundo exterior. De nuevo, las preguntas me confrontaban: “¿Dónde está mi poder de ser guía de mi propio camino?”, “¿Dónde está esa conexión con mi ser más profundo que a menudo dejé en el olvido?”. Y de nuevo, la misma respuesta haciendo ruido: mis propias creencias habían sido eclipsadas por las voces de la conformidad y la tradición, y mi individualidad parecía sepultada bajo el peso de las expectativas ajenas.
Ahí estaba la respuesta. Comprendí que la verdadera fortuna radicaba en la libertad de ser yo misma, de explorar mis pensamientos y emociones sin miedo a la crítica o el juicio. Cuestionar las cosas con las que crecí ya no era un acto de rebeldía, sino una manifestación de autoafirmación, se sentía como bailar mi canción favorita estando a solas, era en otras palabras, bailar con la verdad.
Me sumergí en la delicia de descubrir mi propio camino, de desentrañar los hilos que habían tejido mi identidad. Las primeras responsabilidades recayeron sobre mí misma, no en complacer a otros. Aprender a amarme, a aceptar mis deseos y necesidades, se convirtió en mi prioridad. La fortuna de vivir esa libertad me transformó, me devolvió la voz que alguna vez perdí, me permitió desplegar mis alas y volar hacia lugares desconocidos, pero sobretodo a lugares que yo por primera vez elegía.
Así, en medio del caos de las voces ajenas, encontré una versión mía, la propia, la que ya no se sentía impuesta. En cada pregunta sin respuesta, en cada contradicción, en cada duda, hallé un pedazo de mi esencia que había estado oculta. Y en ese baile de la autoexploración, descubrí mi verdadera identidad, la cual, en última instancia, me llevó a un lugar donde ser yo misma era el mayor regalo que podía darme, un regalo que no iba a encontrar en otras manos o en otro cuerpo que no fuera el mío.
Además, atribuyo este rumbo de mi existencia, en gran medida, a la compañía increíble de la soledad. Mientras reflexiono sobre cada una de estas palabras que he compartido con ustedes, me doy cuenta de que la elección de trazar un destino singular para mí habría sido muy distinta bajo la sombra de la influencia de otros, en los últimos años.
Hoy, con toda esta sabiduría acumulada, comprendo que mi lealtad se dirige hacia un propósito, un llamado íntimo que valoro muchísimo, un anhelo que algún día compartiré con alguien más. Sin embargo, es una fidelidad que no se doblega ante nadie. Esta determinación es una guía que me recuerda que, aunque el fin al que aspiro puede transformarse a lo largo del viaje, la única constante es que debo preservar mi fidelidad hacia lo que sueño.
Así que, para terminar, quiero escribirles que, aunque hallemos comodidad en la aceptación tácita de las normas y creencias con las que crecimos, cediendo una y otra vez, vale la pena cuestionarlo todo, porque cuando la incomodidad se insinúa con su presencia, se abre un mundo distinto. Entonces entendemos que las creencias arraigadas pueden ser revaluadas, las metas previamente aceptadas pueden ser redefinidas, y las pasiones enterradas pueden ser resucitadas.
Vamos a bailar y a disfrutar con nuestras propias creencias.
Vamos a lugares a dónde siempre hemos querido estar.
Nos encontramos allá.
Editado por: Juan Camilo Hernández
Bailar extramoralmente, verdades no vedadas